Noches de enero.


Habían pasado casi dos horas cuando al fin escuchó pasos del otro lado de la puerta. 

El sol casi se había escondido y el calor de enero se hacía sentir con menos fuerza, pero Charles se movió en busca del alivio que pudiera conseguir en la posición que ella lo había dejado, junto a la ventana. Tenía las manos atadas sobre la cabeza con una soga bastante ajustada. El sol le había dado de lleno hasta no hacía mucho, y lo sofocante de la habitación habían hecho brotar el sudor de su piel. En principio había odiado a Caroline por dejarlo excitado y semidesnudo, pero ahora agradecía que le quitara la ropa, aunque se las había ingeniado para que el borde de la ropa interior presionara de modo molesto sobre su miembro erecto. 

Al impulsarse hacia arriba de la angosta repisa de la ventana, sintió como los músculos de su espalda y piernas, sin olvidar su trasero, se resentían del movimiento. Pero no le importaba tanto la molestia como lo que ocurría en la otra habitación, y se encontró reteniendo el aliento, escuchando el sordo latido de su corazón, esperando por ella. 

Adivinaba la sombra de Carolaine al otro lado de la puerta, yendo y viniendo de un lado a otro sobre sus altísimos tacos. La imaginó preparándose para él, para la fiesta privada que había convocado para esa noche, y todo su cuerpo entró en tensión, excitándose casi tanto como lo estaba al marcharse ella. 

Carolaine aún tardó varios minutos antes de entrar en la habitación. 

Cuando la puerta se abrió al fin, dejando entrar la claridad de las luces de la sala, la figura delgada y alta de Carolaine se dibujó orgullosa bajo el vano. Como Charles había supuesto, Carolaine había estado preparándose para la noche, y ahora lucía unos espectaculares zapatos de taco alto, que hacían ver más delgadas y elegantes a sus largas piernas enfundadas en medias de red oscuras que llegaban hasta mitad de muslo. Un culotte de cuero se pegaba como una segunda piel a su prieto trasero y el corsé con hebillas delanteras realzaba sus grandes senos, sobre los que caía un colgante redondo. 

Carolaine había atado su lago cabello rubio en un intrincado moño, realzando su delicado cuello. 

Cuando se movió hacia él, con pasos lentos y sensuales, la luz que entraba por la ventana le permitió ver sus labios llenos pintados de fuerte color rosa y sus ojos oscuros delineados de negro. Lo miraba atentamente, como si buscara grabar en su mente cada centímetro de la piel de Charles, y esa mirada terminó de encenderlo. 

Ella se detuvo ante él, pasando una pierna lado a lado de sus pies atados con soga. Se inclinó, mirándolo a los ojos, y deslizó una uña larga desde el pecho hacia el ombligo de Charles, recogiendo el sudor que goteaba por su piel. Luego, con la misma parsimonia de antes, llevó el dedo a su boca, y comenzó a chuparlo, recordándole los juegos previos a su marcha, como con su boca lo había llevado al borde del éxtasis, sorbiéndolo y lamiéndolo como hacia ahora con su dedo. 

La sangre de Charles se aceleró en sus venas, y su pene se llenó, hinchándose de deseo. 

Carolaine terminó de jugar con su dedo y lo acercó a la boca masculina, donde mojó los labios con su saliva. Susurró: 

─Atrápame… 

Charles no dudó en sacar la lengua para intentar lamer el dedo, pero al no conseguirlo movió la cabeza, buscando atraparlo entre sus dientes. Y mientras estuvo concentrado en eso, Carolaine se inclinó hacia él, acercando su rostro y pronto sus labios se convirtieron en la presa de Charles. En determinado momento, cuando Charles intentó tocarla con su lengua, Carolaine se lanzó sobre ella y la atrapó entre sus dientes sin llegar a lastimarlo. Lo retuvo lo suficiente para que él comprendiera que no debía resistirse, y luego separó las mandíbulas para meter la lengua en su boca, apretándola entre sus labios y rozándola con su propia lengua. Cuando Carolaine se apartó finalmente, un hilo de saliva los mantuvo unidos brevemente. Charles se lamió, disfrutando del sabor femenino, y aguardó. 

Carolaine se había inclinado a sus pies, y pudo sentir que se dedicaba a desatar los nudos de la soga que los mantenía unidos. Cuando hubo terminado, le separó las piernas, terminó de quitarle el pantalón y el bóxer y, ya sin trabas, se acercó al cuerpo masculino. Frotó su pierna contra la entrepierna de Charles y lo oyó gemir quedo. 

─¿Te gustaría acabar, Charles? ─preguntó, con un susurro. 

─Sí ─gimió Charles en respuesta. 

─Pídemelo ─volvió a susurrar Carolaine al tiempo que se inclinaba para mordisquear el lóbulo de su oreja. 

─Por favor, Carolaine… ─rogó Charles. 

Carolaine apoyó la frente contra la de él y clavó sus uñas en el pecho masculino, rasguñándolo hasta que pequeñas gotas de sangre afloraron a la superficie. Charles gimió de dolor. 

─Pídelo como corresponde, Charles ─advirtió Carolaine, dejando que sus uñas resbalaran por su piel sin causar más daño. 

Charles tragó saliva y la miró a los ojos antes de responder. 

─Por favor, mi Señora. 

Carolaine aprobó su respuesta aferrando el duro miembro con una mano. Él volvió a gemir y tiró de las sogas que aún retenían sus manos atadas, pero ella lo tranquilizó de inmediato, recordándole que no debía tirar muy fuerte, o el nudo se desataría. Charles apresó la cuerda que unía sus muñecas en señal de comprensión, pero no pudo evitar levantar sus caderas para seguir los movimientos que marcaba Carolaine. 

Carolaine no se cansaba de atormentarlo, y comenzó a besar su mandíbula y bajando por su cuello. Lamió la sal de su piel, depositó besos ardientes y mordisqueó, sin dejar de masturbarlo. Se sentó a horcajadas sobre una de las piernas de Charles, y tuvo mejor acceso a su pecho. De inmediato comenzó a besar sus duros pezones, trazando círculos veloces en torno a ellos. 

Charles estaba demasiado excitado, pero aún era capaz de percibir que ella también lo estaba. La delgada entrepierna de su culotte no dejaba dudas de lo húmeda que se encontraba Carolaine, y, como si ella adivinara sus pensamientos, comenzó a mover sus caderas frotándola sobre la pierna desnuda de Charles. Él pensó que explotaría de placer, aunque sabía que no era lo correcto. 

─Carolaine… ─gruñó con esfuerzo. 

Carolaine disminuyó el ritmo de sus caricias. Se apartó de Charles lo suficiente para quitarse el culotte, y volvió a su lado con rapidez. Estiró sus brazos por sobre la cabeza masculina y se aferró a las cuerdas que lo mantenían inmóvil. Se impulsó hacia arriba y apoyó los pies en la repisa, lado a lado de las caderas de Charles. 

Una ligera brisa que entró por la ventana le hizo saber que la noche había llegado, y fuera, no muy lejos de allí, decenas de personas deambulaban por las calurosas calles, la música surgía de autos y casas y las voces se elevaban al cielo. 

Carolaine miró al hombre que aguardaba debajo de ella, y se sintió más excitada que nunca al ver los reflejos de las luces de la calle que formaban sombras y claros sobre su extraordinario cuerpo. Para demostrarle su dicha, depositó un largo y húmedo beso en su boca, obligándolo a responder con ansiedad. Luego, y ya sin fuerzas para tomar las cosas con calma, se fue deslizando hasta quedar semi inclinada sobre él. Se ayudó con una mano a unir sus sexos, y ambos suspiraron con fuerza mientras la unión se consumaba. Carolaine sólo comenzó a moverse cuando él estuvo completamente en su interior. Los movimientos lentos de su cadera no eran suficientes para Charles que comenzó a apremiarla impulsándose con energía. Carolaine decidió complacerlo y aceleró el ritmo, tomando nota para un futuro castigo por querer salirse de su papel de esclavo. 

Ella era su señora y él debía recordarlo. Por ese motivo, se detuvo justo cuando presintió que él estaba a punto de alcanzar el éxtasis y le dijo: 

─Aún no, Charles. 

Charles se detuvo jadeante y temeroso de que ella volviera a marcharse como horas antes, dejándolo insatisfecho y dolorido. Pero Carolaine no tenía intenciones de ir a ninguna parte. 

─Quédate quieto, Charles ─continuó diciendo, intentando que en su voz no se notara su propia frustración─. Mírame a los ojos ─ordenó, y Charles la obedeció de inmediato. Estuvieron inmóviles durante algunos segundos hasta que ella volvió a hablar, observándolo pasar saliva con dificultad─: Quédate quieto y espera tu momento ─. Y sin más, Carolaine volvió a mover las caderas, elevándose hasta que sólo la punta del pene tocaba la entrada a su vagina, y descendiendo hasta que lo sentía por completo dentro de ella. 

Aceleró el ritmo sin dejar de mirarlo a los ojos, viendo como gruesas gotas de sudor resbalaban del rostro y el cuello de Charles, deseando lamerlo y morderlo a la vez que lo montaba, pero demasiado perdida en la profundidad de su mirada para hacer otra cosa que jadear de placer. Sintió que el aire comenzaba a faltarle y el corazón se le desbocaba y entonces ordenó: 

─¡Muévete conmigo, Charles! 

Charles no necesitó que le reiteraran la orden. Con rápidas, urgentes acometidas secundó su ritmo y un segundo antes de perder el control por completo escuchó que Carolaine exclamaba: 

─¡Ahora…! ─ sobrecogida ella también por la potencia de su éxtasis. 

Alcanzaron juntos el clímax y ambos se encontraron buscando respirar con normalidad minutos después. 

Carolaine bajó los pies al piso con cuidado, y se apartó lo suficiente para tomar la botella de agua fresca que había junto a Charles. Primero la acercó a los labios masculinos y le dio de beber, hasta que él suspiró agradecido. Luego bebió ella misma un largo trago y centró la atención en Charles una vez más. 

─Creo que hay un par de cosas que aún tenemos que manejar ─le dijo, con voz entrecortada aún. 

─Lo sé, lo siento ─se disculpó Charles, sonriéndole apenas. 

─Deberías. Fue tu idea la de intercambiar roles, tendrías que recordar quién lleva la batuta cada vez. 

Charles rió divertido. 

─Lo lamento en serio, Carolaine. Ya sé que fue mi idea, y prometo recordarlo para la próxima. 

─De acuerdo ─accedió ella, después de mirarlo largamente. Entonces se apartó para buscar su ropa en el piso y le dijo─: Creo que te dejaré ahí un tiempo más para que te hagas a la idea… 

─¡Oh, por favor! ─protestó Charles. Ambos eran conscientes de que el nudo de la soga podría desarmarse sin mucha dificultad, pero también sabían que mientras ella fuera la Ama él debía acatar sus órdenes. 

Carolaine le sonrió dulcemente y le dirigió una mirada larga y minuciosa, que no perdió detalle de ningún centímetro de su cuerpo. 

─¿Sabes? ─dijo, con tono perezoso─. Pensándolo bien, creo que me gustaría tomar un baño y quizás me vendría bien un esclavo que me encajonara y secara… 

Charles sonrió de lado, sin poder mostrarse lo sumiso que su papel requería, demasiado habituado a ser quien tomara el control en todas las situaciones. Pero su voz fue suave y controlada cuando respondió: 

─Lo que diga la señora…



3 comentarios:

Paty C. Marin dijo...

Oh, como mola! Me ha gustado mucho, jajuajaja.

Patricia K. Olivera dijo...

Que buen relato!!
Le estás tomando el gustito, Maga!!
Y Charles que sigue apareciendo jajaja

Anónimo dijo...

Increíble relato, me ha llevado a otras dimensiones, felicidades :)

Enlázanos.